Ansiedad: cuando el cuerpo grita. 

Cuando alguien llega a consulta diciendo «tengo ansiedad», lo hace buscando alivio, claridad, aire. Pero desde una mirada sistémica, entendemos que la ansiedad no es solo un problema individual, sino un síntoma que habla de algo más amplio: de relaciones, contextos, historias familiares, creencias, ritmos vitales y modos de estar en el mundo.

La ansiedad no es un error que hay que eliminar. Es un mensaje que merece ser escuchado.

Más allá de los síntomas físicos o emocionales, la ansiedad puede entenderse como una señal de desajuste en uno o varios niveles del sistema vital de una persona: su entorno, su historia, su lugar en la familia, su vínculo con el cuerpo, con el tiempo, con las expectativas.

A menudo aparece cuando hay demasiado de algo (exigencias, responsabilidades, soledad) o muy poco de otra cosa (espacios de expresión, contacto, descanso, permiso para ser). En otros casos, la ansiedad cumple una función en el sistema familiar o social. Por ejemplo:

  • Puede expresar una lealtad invisible: «yo me preocupo porque otros antes no pudieron hacerlo».
  • Puede surgir como forma de sostener un rol (el fuerte, el que cuida, el exitoso) que ya no es sostenible.
  • Puede señalar una tensión entre el deseo propio y los mandatos heredados: “No sé lo que quiero, pero sé lo que se espera de mí”.

En estos casos, no basta con controlar la ansiedad. Hay que explorar el sistema que la alimenta, resignificar su función y abrir nuevos caminos de relación.

Escuchar la ansiedad con otros ojos

En consulta, propongo transformar la ansiedad en una figura simbólica: ¿cómo sería si tuviera forma?, ¿qué diría si pudiera hablar?, ¿a qué etapa de tu historia pertenece?, ¿con qué voces familiares se conecta?

También trabajamos con líneas del tiempo, genogramas, esculturas familiares, rituales de cierre y otras herramientas que permiten comprender el síntoma no como enemigo, sino como parte de una narrativa que necesita actualización

  • ¿Qué pasaría si dejaras de estar en alerta constante? ¿Qué (o quién) podría tambalear?
  • ¿A quién cuidas con tu ansiedad?
  • ¿Qué parte de ti no tiene permiso para detenerse?

Claves para empezar a cuidar el síntoma sin luchar contra él

  1. Dale un lugar: en vez de pelear con la ansiedad, intenta acogerla. Escríbele una carta, dibújala, invítala a una conversación simbólica.
  2. Nombra lo que sí funciona: ¿cuándo se calma?, ¿con quién?, ¿qué momentos son más livianos?
  3. Explora el sistema: ¿hay personas, rutinas o entornos que la agravan? ¿Cuáles la suavizan?
  4. Crea rituales personales: un baño, una caminata, una pausa sin móvil… pequeños actos que devuelvan agencia al cuerpo.
  5. Busca acompañamiento compasivo: no se trata de “curarte”, sino de acompañarte a comprender tu historia y abrir nuevas formas de habitarla.

La ansiedad no siempre desaparece, pero puede transformarse cuando dejamos de verla como un enemigo y la comprendemos como una mensajera. A veces, basta con dejar de luchar y empezar a escuchar.

Desde la terapia sistémica, el trabajo no se centra solo en aliviar el síntoma, sino en comprender qué está sosteniendo esa ansiedad, qué necesita ser nombrado y qué nuevas posibilidades pueden abrirse en tu vida.

Si sientes que estás atrapado/a en un estado de alerta constante, quizás no sea solo tu mente la que necesita descanso. Quizás es tu historia la que necesita ser contada de otra forma.